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Se dice que los orígenes de las Rosas cultivadas se remontan a la jardinería en la antigua China Imperial. En la mitología hindú se la relacionaba con la diosa del amor y la belleza, así como en la Grecia clásica. También fue muy venerada en el Egipto faraónico. Existe la creencia de que Cleopatra hacía rellenar sus almohadas con pétalos de esta flor. Fue a través del sur de Italia que los griegos la introdujeron en Europa. Los romanos la utilizaban frecuentemente para adornar sus puertas, hacer alfombras o incluirlas en la elaboración del vino.
De los jardines al cultivo en sí, con el objetivo de compartir la belleza de la flor por medio de una transacción comercial, se puede pensar en el siglo 19. Entonces las rosas, básicamente de jardín, se debían vender en pequeños puestos de las plazas de mercado, en medio de las frutas y las hortalizas. Ya en el siglo 20, hacia el final de la Gran Guerra (1918), existen jardineros profesionales q deciden propagar y vender las variedades más interesantes. Se va revelando la vocación de 'obtentor'. Ellos constituyen la oferta.
Por el lado de la demanda, existen cultivadores (horticultores y floricultores) que se arriesgan a comprar esas nuevas variedades y a cultivarlas. Primero a la intemperie (como en el pueblo de San Remo, en la costa mediterránea italiana) y luego bajo invernaderos de vidrio, con el fin de resistir los inviernos. Al principio del siglo pasado hablan de las famosas rosas en el mercado de Niza, capital social y cultural de la Costa Azul francesa.
De ahí en adelante, el arte y la técnica del cultivo de la rosa se desarrollo en muchos países, inclusive aquellos con inviernos rudos, como Holanda, hoy en día uno de los principales productores del planeta.
El cultivo de la rosa parte de la escogencia de un rosal silvestre, robusto y resistente a plagas y enfermedades. De éste se cortaran estacas, se pondrán a enraizar, y cuando hayan empezado a botar hojas, se le injertará a la estaca una yema del rosal escogido para el cultivo. Por eso a este rosal silvestre se le dará el nombre de 'porta injerto'. El objetivo de esta etapa es transmitirle al futuro rosal la rusticidad característica del porta injerto.
Si el cultivador desea obtener cien flores por mes, deberá sembrar 100 matas: en efecto, el rosal cultivado suele producir una flor al mes. Esta regla es válida si se trata de una variedad q produzca tallos largos. Proporcionalmente, si la variedad es productora de tallos cortos, se obtendrá el doble de flores. Si es de tallo muy corto, puede hasta producir tres tallos al mes. No todas las flores serán aptas para el mercado; en efecto algunos tallos saldrán torcidos, o algunas flores con defectos morfológicos o atacados por insectos u hongos. Esas producciones no se podrán vender.
La hora más indicada para cosechar una rosa es aquella del amanecer, cuando aun está fresca de la noche y no ha empezado a calentarse al sol. En efecto, el calor solar prende un mecanismo interno de 'refrescacion', y si se corta el tallo en ese momento, la flor sufrirá.
En los cultivos industriales, en los cuales no toda la flor apta para ser cortada se puede cosechar al tiempo en las óptimas horas del amanecer, se disponen de tinas de hidratación para compensar el efecto del corte.
Entre el corte de la flor y su ofrecimiento en una tienda especializada, lo ideal es mantenerla hidratada y a una temperatura baja.
Ya en casa, la temperatura del hábitat humano preferido (20-22Gc) es ideal para una bella apertura de la rosa.
12 de diciembre de 2016
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